Puede extrañar que se haya instituido una fiesta específica en honor de la Santísima Trinidad. Hay peligro de que esta fiesta parezca una abstracción. En efecto, la teología latina presenta la Trinidad de un modo bastante metafísico, precisando los conceptos de Persona y Naturaleza. Tres personas distintas con una personalidad completa, pero una sola naturaleza divina. Por muchos esfuerzos que se haga, esto sigue siendo muy abstracto. Pues bien, la liturgia, lo mismo la latina que la oriental, no cesa de mostrar la actividad de las Tres Personas divinas en la obra de la salvación y la reconstrucción del mundo. Pero la teología griega tiene la prerrogativa de exponer de una manera vital lo que es la Trinidad.
De tal modo ama el Padre al mundo que, para salvarlo, envía a su Hijo que da su vida por nosotros, resucita, sube al cielo y envía al Espíritu. El Padre traza en nosotros la imagen de su Hijo, de manera que al vernos, ve en nosotros a su propio Hijo. Esta visión de la Trinidad, denominada "económica", nos permite situar mejor la Trinidad y situarnos mejor nosotros con respecto a ella, haciendo que entendamos mejor cómo el bautismo y toda nuestra actividad cristiana nos insertan en esta Trinidad que no es una mera abstracción.
La misma prerrogativa tiene la liturgia: mostrarnos la actividad de las Personas divinas. Tanto la liturgia sacramental como la eucológica, ya desde los primeros tiempos de la Iglesia, hacen hincapié en la actividad de la Trinidad o en nuestra alabanza en su honor. Así lo hacen las doxologías, como el Gloria Patri..., algunos himnos antiguos tales como el Gloria in excelsis, el Te Deum, etc. Aunque en el siglo IX encontramos iglesias dedicadas a la Trinidad, como en el caso del monasterio de san Benito de Aniano, aunque se tiene un oficio debido a Esteban, obispo de Lieja (+920), que compuso un oficio votivo en honor de la Trinidad, nada encontramos acerca de la institución de una fiesta. Sin embargo, en el año 1030 encontramos establecida una fiesta de la Trinidad, el primer domingo después de Pentecostés, que no tarda en extenderse. El que conozcamos el hecho mejor que sus orígenes, se debe a la oposición con que tropieza, hasta llegar a oponerse a dicha fiesta el propio Papa Alejandro II (+1181). A pesar de todo, la fiesta sigue celebrándose y gusta cada vez más a los fieles, tanto que el Papa Juan XXII la aprueba en 1334 y extiende su celebración a la Iglesia universal, quedando fijada en el domingo después de Pentecostés.
Cabría pensar que, al cerrar con Pentecostés las solemnidades pascuales con la celebración del envío del Espíritu, se ha querido sintetizar la obra de las Tres Personas divinas después de haber venido celebrando su actividad de modo particular. Sin embargo, no todas las iglesias mantuvieron la fecha indicada, celebrando algunas de ellas esta fiesta el último domingo después de Pentecostés.
Hay que reconocer que una celebración de este género sólo podría tener cierto éxito en el momento en que se acentuaban la vida de la liturgia y la pérdida del sentido bíblico. Pues un estrecho contacto con la Escritura proclamada en Iglesia y con la liturgia, toda ella impregnada de la Trinidad y que a cada momento expresa la actividad de las Tres Personas, no habría provocado el deseo de una celebración que, por otro lado, no podía por menos de resultar grata a la mentalidad teológica de la época en que dicha celebración se universalizó. Sin embargo esta fiesta puede atraer nuestra atención durante todo el año sobre la Trinidad operante en toda celebración.
ADRIEN NOCENTEL
AÑO LITURGICO:CELEBRAR A JC 5
TIEMPO ORDINARIOSAL
TERRAE SANTANDER 1982, p. 61 s.
domingo, 18 de mayo de 2008
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